La Hora de Juanito

El Psicólogo de California, James Coleman, en su libro de «Psicología Anormal y la Vida Moderna», al iniciar su narración sobre los trastornos psicológicos del hombre, nos decía que el siglo 17 fue caracterizado o llamado la Edad de las Luces; el siglo 18, la Edad de la Razón; el siglo 19, la Edad del Progreso y el siglo 20 la Edad de la Ansiedad. Y hoy, en el siglo 21, diría yo, nos mantenemos en la Edad de la Ansiedad y más aún, de la Depresión y de la Intolerancia.

Creemos que Coleman tenía razón. Los problemas de la vida moderna como el transporte deficiente, la poca comunicación, el azotador encarecimiento de la vida, las presiones en el trabajo, etc., nos hacen vivir en una era de angustia, de ansiedades y depresiones.

Vemos al hombre de hoy, introyectando todas estas presiones, acumulando agresión, aguantando los «arranques» del jefe en el trabajo, las críticas de los compañeros, y las demandas de la sociedad, que llega agotado a su hogar. Allí se sienta cómodamente a ver las noticias de la televisión o a leer el periódico. Entonces entra Juanito, uno de los hijos. Contento de ver a su padre, le viene a interrumpir varias veces. Papá le dice, «mira este carrito que no funciona». El padre contesta: «Ahora no, dentro de un rato». A los pocos minutos regresa Juanito. «Papá, quieres jugar Playstation conmigo».  «Pero Juanito», dice el padre, «es que no puedo ni siquiera ver la tele tranquilo, después de tanto trabajar hoy?  Lupe (la madre), ven a ver a tu hijo. Encárgate de él».

El pobre Juanito es sacado de la sala y enviado a su cuarto. Pero, Juanito, al cabo de 15 minutos, debido a la natural intranquilidad de la niñez, regresa donde el padre. «Papá, por qué no salimos al patio a jugar pelota?». Esto fue suficiente para colmar al padre. «Es que no te das cuenta que vengo cansado de trabajar? Todo el día estoy fuera, trabajando como un mulo para que ustedes tengan todo y nada les falte. Y ahora que quiero ver mi televisión tranquilo, no me dejan y sólo me andan interrumpiendo».

Este caso es típico de nuestras familias contemporáneas. Los padres creemos que el suplirles de comodidades a nuestros hijos nos hace ser buenos padres. Pero no nos damos cuenta que la necesidad más grande que tienen nuestros hijos es la Relación Intima que les podamos brindar. Nuestra compañía, nuestra voz alegre junto a ellos.

A veces nos preguntamos por qué nuestros hijos fracasan en la escuela si sabemos que son inteligentes. Este fracaso es sólo un llamado de ayuda. Una forma de llamar la atención, y quizás, una forma de los “Juanitos” de descargar su agresión contra nosotros.

Claro que no estoy sugiriendo que dejemos todas nuestras obligaciones con la sociedad y el trabajo para dedicarnos solamente a nuestros hijos. Comprendo que vivimos una vida muy agitada y llena de compromisos. Pero debemos tener presente que sólo una «Relación Intima» con nuestros hijos es la garantía de que crecerán psicológicamente sanos. Y esa es también una gran responsabilidad que tenemos. Esa Relación debe ser muy humana, sicológica y física, estable y permanente, para que le transmita seguridad.

Es por eso que mi antiguo profesor y buen amigo, Dr. Logan Wright, (quien murió en diciembre de 1999), de la Universidad de Oklahoma y yo, ideamos un programa para «padres ocupados». «La hora de Juanito». Tomemos una hora a la semana (si podemos, mejor que sean dos), y digámosle a Juanito (nuestro hijo), que esa es su hora. Durante esa hora, él es el jefe y haremos todo lo que él solicite (dentro de los límites normales y posibles). Así, Juanito se siente dueño del mundo durante esa hora. Siente que puede mandarnos, que no lo rechazaremos. Ya que una de las cosas que más daño hace en la relación padre-hijo es el sentirse rechazado. Ahora bien, esa hora debe ser sagrada. Debe ser respetada siempre. Por ejemplo, si se escoge los miércoles de 6 a 7 p.m., debe efectuarse este programa todos los miércoles sin interrupción. Esa es la hora de Juanito. En esa hora, él se siente importante para su padre. El se siente que pertenece al padre y que el padre le pertenece a él. Y que es valorado por él.caso es típico de nuestras familias contemporáneas. Los padres creemos que el suplirles de comodidades a nuestros hijos nos hace ser buenos padres. Pero no nos damos cuenta que la necesidad más grande que tienen nuestros hijos es la Relación Intima que les podamos brindar. Nuestra compañía, nuestra voz alegre junto a ellos.

Ensayemos este programa y verán resultados rápidos. Nuestros hijos/as necesitan de nosotros, de nuestra compañía, de nuestra intimidad, de nuestra atención. Hagamos algo por combatir la enfermedad mental. Por luchar contra esta era de ansiedades.  Esforcémonos para que este nuevo siglo, no sea también era de ansiedades y frustraciones.

Brindemos a cada hijo nuestro un instante de intimidad psicológica, dándole a cada uno de nuestros Juanitos, un poco de nosotros.

A continuación mencionaré cinco principios que los teoristas Rogerianos (seguidores del teorista Carl Rogers) creen esenciales en ayudar a los niños, especialmente en ayudarlos a que desarrollen el mejor concepto propio.

Debe haber una «RELACION INTIMA» entre padres e hijos. Al decir íntima me refiero a los aspectos interpersonales de la relación. Esto no quiere decir sobre‑protección de parte de los padres o excesiva dependencia de parte de los niños. Intimidad interpersonal es la “cualidad’’ de relación entre dos personas. Es una relación en la cual los dos individuos se sienten seguros y cómodos. Esta relación es psicológica. Esta relación es estable. Y por ser íntima, segura, psicológica y estable, elimina la amenaza y hace que uno se sienta libre, sin temor, y pueda expresarse sin miedo a ser juzgado o criticado. Esta relación en estas condiciones es permanente, no pasajera. Pero, cómo conseguir u obtener esta relación? Para llegar a establecer esta relación íntima, los padres deben poseer cuatro condiciones fundamentales, las cuales son nuestros cuatro principios restantes.

1.        Los padres deben experimentar una comprensión empática (EMPATIA) por sus hijos. Cuando hablo de empatía no me refiero a la simpatía. Simpatía es envolverse emocionalmente en los sentimientos y experiencias de otro. En esta forma no logramos mucho, puesto que al mezclar nuestras emociones podemos correr el riesgo de cegarnos y no comprender objetivamente la situación. Empatía por lo contrario, es comprensión. Pero una comprensión cognoscitiva, o sea intelectual y no emocional. Esto es, comprender con la cualidad       «como si», según el Dr. Rogers. Es “como si” uno sintiera lo que otro siente. De este modo uno comprende intelectualmente «como si» sintiera, sin mezclarse emocionalmente. Empatía no implica el tratar de determinar el por qué un niño se comporta en cierta forma, sino «comprender» al niño bajo el punto de vista de éste. Si un niño miente y uno comprende el por qué dijo la mentira, esto no es empatía. Empatía es comprender cómo se siente el niño por decir la mentira. Comprender que se siente temeroso y culpable al ser descubierto. Empatía trata con la comprensión intelectual del sentimiento, no del por qué. Empatía o comprensión intelectual es una excelente base para la buena comunicación con el niño. El niño al sentirse comprendido no se siente criticado.

2.        Los padres deben experimentar una ACEPTACION INCONDICIONAL continua por el niño. Este principio sugiere no sólo que el niño sea aceptado sin condiciones sino que también sea valorizado altamente, cien por ciento del tiempo. Aceptación incondicional, o interés no‑posesivo implica, que uno acepta siempre al niño (o a otra persona) tal como es, sin poner condiciones y sin ser posesivo. O sea, sin imponer las ideas de uno sobre las del otro. Los padres deben asegurarse de que sus expresiones de aceptación son genuinas y honestas. Aceptación incondicional o interés no ‑ posesivo quiere decir que el niño está tan aceptado cuando su conducta es buena como cuando es mala. El es aceptado tanto cuando está bravo con sus padres como cuando está feliz con ellos. Los padres deben ser capaces de castigar a sus hijos sin rechazarlos. Cuando los padres se enfadan, deben experimentar esa irritación sin mostrar rechazo a los hijos. Estas habilidades pueden adquirirse, y los esfuerzos que los padres hacen en refinar sus habilidades en esta área deben ser bien pagados por los beneficios que producen en la vida y la conducta del niño.

           Los teoristas Rogerianos creen que el concepto propio del niño se adquiere a través de la «interacción evaluativa» con otros. Es como se construye su concepto de sí mismo.  Esto no quiere decir que los padres no deben castigar a sus hijos. Pero sí quiere decir que los padres deben tomar toda precaución en separar su castigo del sentimiento de rechazo.  Los padres deben cuidarse en no usar el rechazo como forma de castigo. El castigo debe administrarse con AMOR y no con rechazo. Esta condición está muy ligada a eso, AMOR. Siempre, pero siempre, el niño debe sentir el amor de sus padres. El sentirse amado, lo hace que se sienta aceptado y que desarrolle un ALTO CONCEPTO de Si Mismo.

3.        Los padres deben ser congruentes en su relación con sus hijos. La palabra congruencia puede significar muchas cosas. Esta palabra significa genuinidad, honestidad simple, ser directo. Significa ausencia de disfraz o superficialidad o pretensión en la relación y comunicación con otros. Congruencia significa ser «uno mismo» y no tener una fachada o dos caras. Además también significa el ser abierto, el no esconder sus sentimientos. Esto requiere que la persona esté objetivamente consciente de lo que piensa, siente y hace. Si uno siente hostilidad o no hace bien algo, debe reconocerlo y comunicarlo. Con esto deseo decir que uno no sólo debe ser honesto consigo mismo, sino reconocer nuestra honestidad y poder expresarla y comunicarla.

           Existen varias razones del por qué la conducta congruente es importante para los padres. Una de estas razones es que la congruencia provee un modelo importante para que el niño siga. Si los padres desean que sus hijos tengan un alto grado de  honestidad y conciencia de las cosas, qué mejor modo de inculcarlo que demostrándolo ellos mismos. Si los padres desean que sus hijos sean honestos, genuinos, sinceros y actúen sin hipocresía, ellos deben ser congruentes y comunicar esta congruencia.  Se enseña con los ACTOS, no sólo con las palabras. El niño debe ver en la conducta de sus padres honestidad para que sean adultos honestos.

4.        Los padres deben colocar en el niño el foco de responsabilidad o de control de conducta importante. Este problema representa un área que muchas veces es ignorada en la relación entre padres e hijos. El objetivo de todos los padres debe ser el producir hijos que actúen responsablemente. Un niño no puede actuar responsablemente si no se siente responsable, y un niño no se puede sentir responsable a menos que sea responsable. Uno nunca debe tomar las responsabilidades de otros en sus manos. Si lo hacemos, estamos seguros de que perdemos el caso. El que los padres tomen la responsabilidad de las manos del niño hace que se le oscurezca la importancia de conducta y destruye completamente sus motivaciones para que actúe bien.

           La responsabilidad puede fácilmente ser mal colocada cuando un niño actúa irresponsablemente, si los padres tienden a responder a la irregularidad haciéndose cargo de la situación. Es necesario hacer que el niño se sienta importante y responsable. Un ejemplo claro sobre esto y que se ve a diario es el del niño que muestra dificultades para comer. Cuántas veces no hemos oído a los padres decir al niño cuando le dan de comer, «una cucharadita para mamá», «una cucharadita para papá», y me pregunto yo, y para el niño qué? Estos son los padres que hacen que el niño no se sienta importante y responsable. El niño no tiene la responsabilidad de comer para mamá o papá. El debe comer para él, para que sea sano, crezca y se desarrolle saludablemente. El niño debe ser RESPONSABLE de su comportamiento y de las CONSECUENCIAS de su comportamiento.

           Si hacemos esto, si poseemos como padres estas CONDICIONES (Core Dimensions) que son necesarias y SUFICIENTES en nuestra personalidad, estemos seguros que criaremos por buen camino a nuestros hijos y seremos los verdaderos INGENIEROS del futuro adulto.

UN INSTANTE DE INTIMIDAD PSICOLOGICA CON MI HIJO
Por: PABLO ANTONIO THALASSINOS, M.E., D.Psy.P., H.D.Psy.
Psicólogo Pedriático

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